viernes, 20 de febrero de 2009

Uno

El burócrata promedio es un hombre o una mujer que trabaja en algo que en principio ni le gusta ni le molesta y que, por ello mismo, termina, tarde o temprano, convirtiéndose en una rutina monstruo que todo lo transforma en gris.

El burócrata tiene que cumplir horarios. Piense en estos personajes como en una mesita de luz, tienen que estar al lado de su cama. Archivan papeles y cuentan cosas, resuelven los problemas ajenos y son incapaces con los propios o personales. Tienen que usar zapatos. Tienen que sonreírle y saludar a un montón de gente a la que no tienen ganas de sonreírle y saludar. Tienen que cruzarse con otras personas. Tienen manos y pies. Piensan que hacen lo mejor para sus vidas y que pueden vivir cada vez mejor. Quieren no tener miedos o inseguridades. Buscan tener certezas, que todo sea lógico. Quieren entenderlo todo. Pero lo peor de todo es que quieren que todo tenga un orden y un lugar. Archivan cosas. A veces usan carpetas y gustan mucho de las lapiceras. Muy cada tanto lloran, pero ríen desde el estomago menos aun. No trabajan por amor, sino por obligación.

Partiendo de esta presentación podemos asumir un diagnóstico y descripción del sujeto burocrático o ente sujetado a la burocracia o entidad subjetivada por una forma burocrática. Disponiendo de estas herramientas será posible para nosotros saber como hacerlos funcionar de una manera saludable para ellos/as y para la sociedad en su conjunto.

Ante la falta de amor para con lo que hace el burócrata necesita este/a canalizar esa energía, termino físico y duro, en otros desenlaces. El desenlace es para el burócrata esa línea de continuidad imaginaria en la cual son proyectadas todas las formas alter-yoicas de su identidad. El amor por el trabajo, condición de posibilidad de no ser considerado un burócrata, canalizaría esta energía y fuerza vital del burócrata en lo que esta siendo, es decir en la persona siendo, pero esta ausencia hace del paciente burocrático un adicto a la representación. Es así como, por no estar completo en su ser siendo, se despliega sobre lo que su ser podría ser, se imagina bello o exitoso o adinerado o famoso o humillado o santo o repudiado o diferente o en paz o en guerra o aburrido o que silva o que hace puertas o que las cierra con llave las veinticuatro horas.

Sin el amor por lo que se hace aquella acción que actuamos nos debilita, nos hace hormigas presas de una carga, nos limita a entidades que producen una vida sin quererlo. Pero para usar términos como amor y energía es necesaria una explicación. Llamaremos amor a la capacidad que tiene todo ser de escaparse del tiempo y existir en un ahora en un lugar determinado. Esa capacidad de goce de la acción por la acción misma es posible sólo en ese instante de intensidad en el cual se genera una burbuja de tiempo que anula todo límite, al regresar al tiempo nos reconocemos incompletos y empezamos a aprender sobre quienes somos . El amor es entonces una práctica, una acción de acciones. Siendo este el único motivo de nuestros actos cada acción será categórica y éticamente correcta. Claro que esta energía puede ser experimentada en muchos casos diferentes entre si y que pueden resultar contrarios a lo que se supone es al amor. Es por eso que vamos a analizar aquí solamente la figura de amor por el trabajo. No contentos con eso encerraremos el concepto de amor en el concepto de trabajo y redefiniremos la cuestión sobre la dignidad y el trabajo.

El asunto sería más o menos el siguiente. El trabajo es la producción de subjetividad. La subjetividad es la formación experimentada que es usada en la construcción de una identidad no relacional. Una identidad no relacional es aquella forma de encontrarse idéntico a uno mismo e igual al conjunto del total de los hechos experimentados física, espiritual, mental, astral, cósmica, chamánica o dentalmente en la que no se realizan construcciones jerarquizables. La identidad relacional se basa en la identificación con elementos externos (objetos, sujetos, conceptos, pájaros) que nos definen de alguna manera. Cómo esa definición se queda atrapada en alguna relación externa caerá, necesariamente, en la necesidad de afirmar su propia validez en la representación de ese fenómeno y la invalidez de la representación externa o referenciada. Si la identidad supera la relación podrá tomar de la realidad y el contexto y la época y el entorno todo concepto o palabra o forma discursiva y la comprenderá como una posibilidad. Cada fenómeno identitario producido por una persona es una posibilidad que debe ser tenida en cuenta en la medida de las posibilidades de cada persona. Entender que cada forma es diferente de la otra por necesidad anula la necesidad de jerarquizar. Cada identidad es diferente, cada persona no es ni mejor ni peor, entonces cada identidad necesita sólo de si misma, necesita experimentarse y construirse tal cual es para reconocerse y, claro, amarse.

Desde esta forma de entender la relación de amor y trabajo la dignidad no necesita ser explicada. Hemos encontrado la dignidad.

Es así como todo burócrata carece de dignidad. Y es por ello fundamental solucionar este problema antes de insistir con la cuestión sobre como tirar el estado, o ignorarlo o tomarlo o quemarlo.

El burócrata está atrapado en su vida y no disfruta de ella. Todos somos, en el fondo, un burócrata. Es esta una verdadera enfermedad.

Para ser más gráficos vamos a utilizar aquí la forma de un burócrata oficinista que usa corbata y zapatos, que tiene una camisa para cada día y que usa ese sistema para saber qué día es. Vamos a imaginarnos a un tipo joven que tiene toda su vida por delante pero que, cuando tiene que empezar, se da cuenta que le tocó archivar papeles, contar dinero, solucionarle problemas al otro, trabajar mucho más de lo que le gustaría, cobrar mucho menos de lo que le gustaría, hacer algo muy diferente de lo que le gustaría hacer. Algo tedioso, aburrido, clasificatorio, algo como ser un burócrata.

Esta imagen ayudará, pero no es un límite. Pretende ser una de las infinitas potencias del objeto burócrata. El objeto tiene infinitas potencias expresivas y sólo es verdadero en su totalidad, prácticamente inalcanzable. Para que Usted lo entienda, el objeto del que le hablo es como la idea, pero como al decirle idea Usted me va a decir platónico yo le digo que no es una idea, y tampoco le digo que Usted está en una caverna, tampoco le digo que hay cosas que no puede alcanzar, al contrario. Le explico que cada objeto lingüístico pronunciado o por pronunciarse contiene infinitas posibilidades en si mismo. Considerar la totalidad de todas esas potencias es imposible, pero construir una es necesario. Confórmese con lo que el objeto le diga a Usted, dialogue con los objetos, aprenda de ellos. Es necesario pasar del entendimiento del objeto, atrapado en la construcción jerárquica de relaciones significativas, a la comprensión mimética. Entonces es necesario un acercamiento al objeto, pero un acercamiento diferente. Deberemos transitar lo lógico, superar lo crítico y llegar a lo mimético. Usted comprenderá lo que para mi es un burócrata primero por que clasificará según un lógico criterio de demarcación cada una de las cualidades que yo le digo que un burócrata tiene, después criticará la forma resultante agregándole y sacándole según su propia experiencia y por último se mimetizará con aquel burócrata, sentirá como si, pensará como si, sufrirá como si. Ponerse en el lugar del objeto a comprender ayuda a desplegar su infinitud, ayuda a comprender su complejidad y evita conceptualizaciones que reducen y necesitan de deformaciones. Esta forma de comprensión mimética es una manera de solucionar varios problemas comunicasionales. La comunicación es superada porque la relación objeto sujeto ya no es una relación de representación sino de experimentación. Uno es el objeto. Sobre esto también hablaremos más adelante. Pero por el momento alcanza como presentación o acercamiento al problema de la burocracia.

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