viernes, 20 de febrero de 2009

Dos

El burócrata se levanta muy cansado. Cada día le pesa en las sábanas de su cama, en las cositas que lo pinchan cuando quiere dar vueltas y seguir durmiendo, en los platos que están sucios, en la persona que tiene al lado que no soporta, en el tiempo que pierde esperando el colectivo o por un embotellamiento.

Entonces entra al trabajo, mira a su alrededor y ve que todo está en el mismo lugar, ve que todo lo que quedó de ayer persiste insistente en el mismo escritorio. A medida que el tiempo pasa y hace cosas tareas nuevas aparecen, se olvida de lo que está haciendo y se automatiza, se pierde porque está apurado. Si el burócrata supiese que puede usar esos mismos quehaceres para “ser en sus actos” los disfrutaría, pero esto sucede al revés, los actos lo actúan al burócrata, y no es dueño de su voluntad.

Sabe que tiene que hacer, pero se ha olvidado porque lo hace. Se olvida de la función de su trabajo. Es en ese momento en el cual entra un contra burócrata. Jamás se identifica pero un buen burócrata tiene el olfato para reconocer al actor. El contra burócrata llega llorando y desconsolado, o llega amistoso y con una sonrisa. Aunque sea la primera vez que se ven ya sabe el nombre de quien lo atiende. ¿Usted es menganito no? Bueno, escuche lo que me paso, es terrible, Usted algo tiene que hacer. La escena será planteada miméticamente, el burócrata comenzará con el entrenamiento necesario para poder ponerse en el lugar que el contra burócrata le presenta, entonces se producirá que, no sólo se estará desarrollando una tarea laboral, sino que además se estará gestando en el burócrata un capacidad cognitiva, una insinuación que salvará su aburrimiento.

El burócrata se escandaliza en voz baja con todo lo que le dicen, pero cuando el relato termina ya es su propia pared la que se cae, su propio brazo el que está por morir, su propio vestido el que no le entra. El burócrata se pondrá en el lugar de, aprenderá a ser uno y muchos, aprenderá a noser sus propios límites, a noser su identidad.

Este cambio inicial modificará toda acción, no sólo porque le dará una significación categórica al trabajo, sino porque el hacer estará cargado de una intensidad diferente, las tareas ya no se realizarán desde la obligación. Serán necesarias. Un goce.

Para que Ustedes puedan apreciarlo vamos a poner un ejemplo. Nuestro funcionario recibe a un vecino que tiene un problema tremendo. Le cuentan que don Aldo, el de las alpargatas y pantalón corto, se puso furioso porque había podado el decaído árbol que compartían en la vereda. Que no tenía derecho a podarlo, que la verdad valoraba mucho ese esfuerzo y la dedicación pero lo que había cortado era tantísimo, que estaba todo pelado, decrepito, casi desnudo.

Para un burócrata esta situación representaría una mano en la pera. Un bostezo. Pero gracias a la contra burocracia esta historia será contada de una manera espacialísima, con detalles reveladores, se inventará una escalera que estuvo perdida en el sótano por cuarenta días sin que nadie la viera, todos buscándola y la escalera que no estaba y justo el día que su hija le dice que había que podar el árbol la escalera en el medio del living. Entonces el elemento central es la dislocación de la continuidad en la historia. El burócrata es arrancado de la rutina y llevado, delicadamente, a la situación que nunca ocurrió. Será expuesto a la personalidad de Aldo y sus motivos, tendrá que comprender por qué lo podó y también porque el otro tuvo que enojarse. Tendrá que ver la discusión como inevitable, ser preso de la ira que sienten los afectado, ser un afectado y, solo entonces, proponer una solución al problema.

En el ejemplo indicado Aldo y quien podó el árbol se presentaron innumerables veces juntos o por separados para discutir con el burócrata este asunto. El burócrata al principio creía que todo el asunto era pura pavada, pero con el correr de las exposiciones de cada uno empezó a ser parte del asunto, a querer al árbol, lo vio con ramas muchas y con ramas pocas, estuvo a favor de uno y del otro, de las dos cosas al mismo tiempo, discutió por discutir, y después, cuando hubo pasado suficiente tiempo y el árbol creció encomendó a los vecinos que poden el árbol juntos. Ambos estuvieron de acuerdo en que eso era imposible y que los alejaba una concepción diferente de la cantidad.

El árbol sin podar y creció muchísimo. Pasó el tiempo y Aldo fue a ver al burócrata para pedirle que alguien se ocupe de ese pobre árbol que parecía abandonado. El funcionario le dijo que no se haga problema. Llamó al mismo que lo había podado la otra vez y le pidió que lo pode menos. Al otro día Aldo apareció a agradecerle por haberse ocupado y por haber evitado que su vecino incompetente asesine otra vez la estética. El burócrata sonrió. Entonces el trabajo de la contra burocracia estuvo bien hecho.

Aldo y en encargado de podarlo tuvieron primero que encontrar a su burócrata, luego tuvieron que pensar sus personajes, luego diferentes situaciones y al fin personificarlas. La próxima vez que el burócrata reciba un reclamo sobre un árbol no pensará que aquello es una nimiedad, sino que comprenderá una posible complejidad en el asunto y se aplicará a resolverlo lo antes posible.

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