miércoles, 25 de febrero de 2009

Introcucción

El problema cuando anulamos al estado es que la administración no desaparece. Tenemos contadísimos ejemplos de burocracias gigantescas que todo lo complican. No sirve. La burocracia, como cualquier otro sistema de puestos con rangos y jerarquías tiende a generar mal formaciones, a trastornar todo en un juego de ganar o perder y es así como volvería a existir un estado en el cual las personas que ocupan sus puestos buscan ascender en importancia, en responsabilidad, en poder, en dinero y en importancia, además buscarían mantener sus puestos y ubicar a sus amigos y conocidos en otros puestos de importancia sobre los que tendrían cierta influencia o conocimiento. En este caso la diferencia sería la abundancia de color gris y la cantidad de papeles sobre los escritorios.

Pero existe una manera de solucionarlo. Los actores y actrices deberán dejar los escenarios y pasarán a formar la contra burocracia. Imaginemos por un segundo que la máquina estatal se reduce a la administración pública, en ese caso necesitaríamos un ejercito de personas entrenadas en hacer a ese aparato burocrático eficiente. Ese será el rol de los actores.

Para explicar mejor esta situación tengo que hablar primero sobre la función del reclamo. Cualquier persona que trabajara o trabajase atrás de un escritorio atendiendo gente sabe de lo que voy a hablar. El reclamo siempre surge del interés herido, no supera el egoísmo, pero desde este lugar cumple una función muy importante. El funcionario se informa. Ahora bien, el conjunto de actores reemplazaran al reclamo egoísta por un reclamo superador, un reclamo mejorado en su forma y en su fin. Por supuesto que existen muchos tipos de reclamos y muchos motivos que hacen suficiente para un particular levantar el teléfono o ir a una oficina, inclusive mandar un mail es una ocupación en la que hay que tener un motivo para interesarse. Pero estas son cuestiones que ampliaremos más adelante, por el momento alcanza con describir cuál es su raíz limitadora, fuente de todas sus debilidades.

El actor o actriz burocrático/a personificará una situación conflictiva para la administración pública y será el encargado o encargada de hacer el seguimiento de ese caso como sí el interés propio fuese el afectado. Llamará por teléfono, será sumamente denso, entrará a los gritos y usará ropa despampanante. Todo esto ayudará a que el funcionario relacione al contra burócrata con una situación hostil, entonces, antes de tener que sufrir la sarta de disparates y el escándalo que se están por venir el funcionario preferirá tener todos sus deberes bien hechos. En lugar de ser el reclamante el que tenga que llevar masitas al burócrata para ser atendido bien y rápido (un trabajo primero se hace bien, y después, y en la medida de lo posible, se hace rápido), en lugar de todo eso será el burócrata el que tenga listo el café o té (ambos con galletitas) para atender al contra burócrata. Aunque esto generará un gasto extra en las cuentas de la administración pública esto será sólo un detalle, en comparación con la eficiencia conseguida esto este gasto será gigante pero importantísimo. Esto será ampliado más adelante.

Es imposible avanzar en este delicado asunto sin antes analizar algunos conceptos centrales, en primer lugar deberemos hablar sobre el burócrata, en segundo lugar sobre el contra burócrata y en tercer lugar sobre el reclamante. Recién en ese momento podremos acercarnos al concepto de reclamo.

Nada se dirá sobre el estado o la necesidad de su anulación. Por lo menos por ahora.

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